Hubo un hombre sentado en un sillón de mimbre. Ese hombre hamacaba su cuerpo mirando a sus niños. Hombre que sentía los ojos mojados.
Cada hijo creció como en otro mundo; y con todo derecho creció en otra fantasía; después, cada uno emprendió el reclamo de lo que creía suyo, cada uno pretendía cortar el pastel a su manera.
El padre los vio fuertes, saludables, exitosos. Ninguno fue excepción, cada uno creció distraído y hermoso, sin tener en cuenta que ese hombre y su esposa, habían trabajado toda su vida, la única vida que tenían, para sus hijos. Ninguno consideró que la suma de las cosas era fruto del Amor; y al esfuerzo lo llamaron ignorancia, ocultando que los ladrillos del éxito de sus propias obras eran cada centavo que los viejos juntaron.
Y la madre murió. Y organizaron todo. Y buscaron la forma de encontrar un folleto que prometiera cubrir las angustias de alguien que estaba solo. Llegaron a un acuerdo; entonces decidieron repartirse los restos de la casa y las cosas, sin mirar a aquel hombre, sin mirar y pasando sobre él, que era dueño del sudor y del trabajo.
Mientras tanto, el señor que se hamacaba sentado, a nombre del amor permanecía mirando que un viejo y una vieja habían sido jóvenes, eligieron amar y para compartir, ahorraron cada objeto para tener una seguridad económica, como una garantía de que el sacrificio por venir sería menor para su familia.
Guardando luto los vio. Se transformaron por un puñado de cosas, los vio herirse hasta llegar al odio, hasta olvidar sentir que eran hermanos. Aún así, eran sus hijos, hijos que de él no se olvidaban; por eso, cuando estuvieron de acuerdo, lo dejaron solo, con un folleto sobre la mesa, con árboles, con pájaros, con todo lo necesario para acompañar la palabra “residencia”.
Así, hubo una vez un hombre que en su hogar logró reunir con sabiduría los valores codiciados, los muebles, los resultados de la “ignorancia” del matrimonio. En silencio y, mirando a la distancia, lo visitó una idea que, en nombre de los dos, del viejo y de la vieja, traía en su ayuda un par de bidones con kerosén, y entonces rezó, y encendió un fósforo, y volvió a rezar para que la casa se haga chimenea, y sumergió en ella la única vida que les quedaba. ©
Laura ORORBIA ©
Laura ORORBIA ©
Cuentos 27 Septiembre 2008 & & & Laura Ororbia & & & & & & Laura Ororbia & & &
Publicado por Es bueno comunicarnos el DOMINGO 19 DE SEPTIEMBRE DE 2010
Texto publicado previamente el 13 Febrero 2011
10 comentarios:
Ah! por cierto FELICIDADES
te he visto
(te hemos visto)
en el Blog "Antología Literaria"
espero tu visita al mío
un abrazo
Una realidad:"la residencia"...de la vida moderna, triste y desconsoladora....
No se debe hablar sin conocimiento de causa. Esas verdades tristes y desconsoladoras son muchas veces el único remedio para las familias. Triste, la sociedad no está preparada para nuestros mayores, ni para los enfermos, ni los discapacitados....
Te aseguro que a veces es el único remedio.
Un besito.
Como decia en el final del articulo de hoy nuestro blog, Mañana puedes ser Tú. Y es que a todos nos puede pasar dao como estan los valores de la sociedad actual.
un abrazo.
A Sabores compartidos
soylauraO dijo...
Una señora abogada me dijo "conservar la billetera y los negocios a nombre propio es asegurarse la autonomía cuando uno se haga viejo".
Así como se enseña a amar, se enseña la codicia.
¿Puede un sacerdote de barrio no darse cuenta que las hermanas que durante 50 años fueron a misa, ya no van más? ¿Puede recitar los mandatos de la Biblia cuando jamás se acercó a asistirlas a la "residencia" y darles la comunión porque ellas no pecaron? , ni una sola vez preguntó. Ellas le bordaron la iglesia durante 50 años, le limpiaron el culo... y lo llamaron... y él las hizo sentir como la última resaca de esta tierra... Jamás rezó por ellas...pero, las dos amaron a Dios tanto, que nunca dejaron de rezar por él.
Fueron buenas mujeres mis tías, ambas me duelen.
"LA UTOPÍA SIGLO XXI ES APRENDER A VER AL HOMBRE DETRÁS DEL OBJETO", ese es mi compromiso personal.
LAURA ORORBIA
http://enfugayremolino.blogspot.com/
16 de junio de 2011 22:22
hola Laura,te he dejado un comentario,en el otro blog,esta madrugada...cuenta conmigo!
este relato,me parece,no quiero pecar de insolente,que ya o leí,de cualquier manera,es estupendo y bien vale leerlo,mas de una vez...
por haber comentado en mi blog,hay un premio,para ti,columna derecha,dorado, así que ve y llevatelo!
el placer,es mio...como usted ya sabrá!
un abrazo, si me permite,y besos
lidia-la escriba
Hola Laura. El relato refleja lo que hemos creado.
Vivimos sin dar valores, para y por lo materia. Olvidándonos del amor, esfuerzo, sacrificio, que han tenido que hacer nuestros mayores para sacarnos adelante. Un besazo.
Interesante entrada y una excelente reflexión muy de ahora y realista. Cuántas veces he visto esas peleas en amigos y en extraños e incluso en parientes sobre las propiedades de sus padres que terminan con demandas judiciales y todo. Una verdad indiscutible, y nadie recuerda muchas veces a los padres que terminan en algún centro olvidado, me gusta tu relato y un buen final, muy bueno, besos
No ser agradecido es ser mal nacido.
De acuerdo contigo .
Qué tango de historia has pegado hija.
Carlos de la Parra.
themicrostories.blogspot
Uy qué triste che! Pensar que pasa tantas veces!!
Muchos cariños y gracias por pasar por mi casa!
PRINCESA ADORA
www.labandasiguiotocando.blogspot.com
Publicar un comentario